"The decision to relax rather than to grip even in the face of impatience or fear is a conscious and brave choice" B.K.S. Iyengar

domingo, 3 de octubre de 2010

Nuestros Defectos


Una característica esencial del verdadero discípulo es saber reconocer sus propios errores y defectos. Mientras una persona no acepte que en ella existen falencias, no podrá luchar para erradicarlas, y se verá imposibilitada para avanzar en el Sendero.
Imaginemos a un hombre que se halla perdido en un bosque. Para salir de él, lo primero que debe hacer es reconocer que se ha extraviado. Luego debe buscar la ayuda de un guía, y finalmente debe seguirlo con humildad. De este modo podrá regresar a su hogar.
En este caso, su ignorancia representa el defecto que debe ser vencido. Sólo cuando reconoce su falta de conocimiento comienza a buscar un guía, lo cual representa al hombre que pasa a ser discípulo y busca un Maestro que lo oriente. Finalmente, siguiendo sus enseñanzas, podrá llegar a la Luz.
Si la persona de nuestro ejemplo niega continuamente su condición de extraviada y orgullosamente dice "yo sé muy bien dónde estoy", jamás buscará a alguien que la oriente, y no podrá salir del bosque de la ignorancia.
Para el discípulo que transita por el Sendero Divino, ser virtuoso no significa carecer de defectos. Se es un discípulo precisamente porque se tiene defectos; si no tuviera ninguno sería un Jîvanmukta o Sabio Iluminado que mora en constante Unión con Dios.
Entonces, ¿cuál es la diferencia entre un discípulo y alguien que no lo es? La diferencia radica en que el discípulo lucha contra sus errores, y la persona común no lo hace. De este modo, para el discípulo, la virtud consiste en conocer sus defectos, y a pesar de ellos, continuar avanzando en el camino.
Demos un ejemplo: alguien tiene el defecto de sonreír mientras piensa mal de una persona. Si disfraza su hipocresía (Dambha) con un ropaje de supuesta bondad diciendo "yo sonrío para no herir", todo lo que logrará es afirmarse en el error, y Satya (la verdad) cada día se hallará más lejos de su alma. Con el tiempo, esa persona perderá la capacidad de hacer el bien. Lo que debería hacer un discípulo en ese caso es, primero reconocer su error, y luego, tratar de que su pensamiento, su palabra y su actitud coincidan en todo momento.
Acerca de los defectos o vicios o errores que moran en nuestro corazón, hemos de tener presente que ellos no son algo "malo" en el sentido de "maldad", pero sí son malos en el sentido de que ocultan la Luz Divina que reside en el corazón. En el Bhagavad Gîtâ, son llamadas cualidades "Asúricas", esto es, "carentes de luz espiritual". También reciben el nombre de "Doshas" o errores y "Pradibandhas" u obstáculos mentales.
Por otra parte, nuestros defectos son también una posibilidad que nos otorga Dios para ejercitar su contrario. En efecto, la única manera de combatir un error es practicar su opuesto. La mezquindad desaparece con la generosidad, la mentira con la verdad, la hipocresía con la sinceridad, la ignorancia con la sabiduría, el egoísmo con el inegoísmo, la impaciencia con la paciencia, etc. Entre un defecto y una virtud existe la misma relación que hay entre la oscuridad y la luz: la primera desaparece con la segunda. Hay casos, incluso, en que el ser humano es incapaz de ver qué es lo correcto; sin embargo, al contemplar un error en sí mismo descubre cuál es el sendero correctopara evitar dicho mal.
Un defecto muy común es el orgullo. Se llama orgullo (Darpa) a creer que se es mejor que los demás. Cuando una persona tiene la enfermedad del orgullo se vuelve incapaz de aprender. Desde luego, ¿cómo podrá aprender algo si cree que ya lo sabe todo? Una persona orgullosa, en lugar de avanzar, retrocede. Cada vez que alguien le muestra sus errores, se "atrinchera" -por así decir- en su propio ego y trata de defender su defecto del mismo modo en que un perro defiende su hueso. Hay sólo una forma de extinguir el orgullo, y es practicando Amânitvam, esto es: humildad. Esto lo sabían muy bien las cofradías religiosas de las más diversas culturas, y por ello hacían tanto énfasis en la práctica de la humildad (recordemos las reglas de los monasterios cristianos, las normas de las órdenes budhistas, los votos de pobreza de los sufíes, etc.). La humildad permite que la conciencia se torne divina. Cuando el ego-orgullo abandona el corazón del discípulo, en él puede ingresar la Visión de Dios.
Permita Dios, Nuestro Señor, que en esta Escuela de la Vida que es Karma Bhumi (el mundo de la acción) aprendamos a ver con claridad, a purificar nuestra mente-corazón y a actuar con nuestro ser unido a la Voluntad Divina.

Por Claudio Dossetti

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